Si realizáramos una búsqueda bibliográfica en bases científicas sobre el estudio de las emociones, encontraríamos una vasta cantidad de artículos sobre el tema. Este hecho no es fruto de la casualidad, pues se conoce holgadamente que las emociones influyen en una gran diversidad de procesos cognitivos, sociales y biológicos; por lo que avanzar en su conocimiento es de gran interés para los investigadores en Psicología.

Si bien el estudio de las emociones es amplio, concretamente lo es el estudio de las emociones negativas. Esto es debido a que la Psicología “tradicional” se ha centrado en evaluar e intervenir en aquello que funciona mal y por lo tanto es negativo para las personas. Pero es gracias al impulso de la Psicología Positiva que comienzan a aparecer cada vez más modelos centrados en lo positivo y en las fortalezas de los seres humanos.

Aunque no existe un acuerdo unánime respecto a la conceptualización de las emociones positivas, se conocen que poseen características comunes como la no especificidad de conductas asociadas y la experiencia placentera, entre otras. En general se puede decir que este constructo hace referencia a un conjunto de emociones tales como el entusiasmo, la alegría, el confort, la relajación, etc.

Los estudios realizados en el momento sobre este tema, indican que las emociones positivas facilitan la creación de nuevas relaciones sociales y de amistad, además de la cooperación y la generosidad con los demás. A nivel cognitivo, favorecen las asociaciones cognitivas inusuales, promueven pensamientos más creativos y originales, además de una toma de decisión más eficiente. Las emociones positivas también nos hacen más persistentes ante las señales de fracaso, incrementan la motivación intrínseca e impulsan a asumir mayores retos (Fernández-Abascal, 2009). Además, Fredrickson, Tugade, Waugh y Larkin (2003) encontraron que la resiliencia esta mediada por la experimentación de emociones positivas. Así afirman que las emociones positivas protegen a las personas contra la depresión e impulsan su ajuste funcional.

El modelo por excelencia de las emociones positivas es el denominado Broaden-and-Build Theory (Teoría de la Ampliación y Construcción) porpuesto por la Dra. Barbara L. Fredrickson. Este modelo determina cómo las emociones positivas aumentan el repertorio de pensamiento-acción, que se traduce en una ampliación de recursos personales para afrontar situaciones difíciles. Para Fredrickson los recursos desarrollados pueden ser de cuatro tipos: físicos (calidad del sueño, inmunidad frente a las enfermedades y las dolencias/trastornos), sociales (mayores conexiones sociales y apoyo social), intelectuales (creatividad y atención) y psicológicos (resiliencia y optimismo). Además, este modelo destaca que aunque los efectos de las emociones positivas son transitorios, los recursos personales generados son duraderos en el tiempo, provocando procesos dinámicos permanentes con repercusiones en la maduración personal y en el éxito.

A nivel organizacional, también se han llevado a cabo estudios que contribuyen a comprender el rol de las emociones positivas en los empleados. Así, Lent y Brown (2008) demostraron que las emociones positivas conllevan un aumento en el bienestar laboral de los trabajadores y constituyen un predictor efectivo de los niveles de satisfacción con el trabajo y con la vida. Mientras que Salanova, Schaufeli y Llorens (2011) observaron que las emociones positivas poseen un efecto sobre las creencias de autoeficacia y el engagement. De manera que el afecto positivo facilita conductas que promueven el engagement y se relaciona negativamente con el burnout (Castellano, Cifre, Spontón, Medrano y Maffei, 2013)

En conclusión, se puede decir que para las organizaciones promover tanto en los individuos como en los equipos de trabajo el desarrollo de afectos positivos, puede marcar una diferencia significativa en los resultados obtenidos.

Referencias:

Castellano, E., Cifre, E. , Spontón, C., Medrano, L.A. y Maffei, L. (2013). Emociones positivas y negativas en la predicción del burnout y engagement en el trabajo. Revista de Peruana de Psicología y Trabajo Social, 2, 75-88

Fredrickson, B. L. (1998). What good are positive emotions? Review of General Psychology, 2, 300-319.

Fredrickson, B. L., Tugade, M. M., Waugh, C. E., y Larkin, G. (2003). What good are positive emotions in crises?: A prospective study of resilience and emotions following the terrorist attacks on the United States on September 11th, 2001. Journal of Personality and Social Psychology, 84, 365-376.

Lent, R. y Brown, S. (2008) Social Cognitive Career Theory and Subjective Well-Being in the Context of Work. Journal of Career Assessment ,16; 6-21: doi: 10.1177/1069072707305769

Salanova, M.; Schaufeli, W. y Llorens, S. (2011). “Yes, I Can, I Feel Good, and I Just Do It!” On Gain Cycles and Spirals of Efficacy Beliefs, Affect, and Engagement. Applied Psychology, 60 (2), 225-285.